agosto 24, 2012

Tempestades Metálicas

Había estado sufriendo los rasguños del tiempo y los golpes de las cascadas en las que estaba habitando. Al pasar los meses me había encontrado en una hibernación interna, como si los remolinos de desgracia habían conspirado contra mí, para intentar poseerme. Los vientos de mi Tormenta se habían tornado en decepcionantes céfiros, suficientemente débiles cómo para no soportar un mínimo ataque, con cualquier batalla podría yacer totalmente destruida. Necesitaba cuanto antes exorcizarme de las malignas criaturas ya dentro de mí. 

Me encontraba sentada mirando hacía una hoja blanca con lineas en ella, mientras que mi mano derecha sostenía un bolígrafo negro a la espera de una pequeña motivación de mi parte para realizar un escrito pendiente. Cansada de estar en la misma posición, decidí ponerse de pie para inclinarme y así asomar la cabeza sobre un muro. Ya realizada la acción, fui en busca de lo único que me interesaba de esa habitación, con un vistazo sólo veía basura, basura andante, podrida y sin salvación alguna. Con otra ojeada, por fin la había encontrado, allí estaba ella, pendiente en sus cosas, a la vez que movía levemente sus cabellos negros. Pude admirarla por unos cuantos segundos, pasado tiempo, me estremecí al escuchar zumbidos que decían mi nombre a gritos. Ella lo notó y también se inclinó para así enseñarme su brazo...


No podía quitar la mirada de su rostro. Era un ciclón absorbiéndome a través de sus ojos, para transportarme al infierno por el que ella estaba pasando. Todo el asunto se resumía en segundos, lo único que pasaba por mi mente era ella, ella, ELLA. No deseaba bajar mis párpados y sucumbir ante la amarga situación. Las milésimas se transformaron en una eternidad, el tiempo se hizo más lento y el aire se había tornado gélido. Sus pupilas cada vez más dilatadas resaltaban en la oscuridad. No lo soportaba más, dolía observarla, tal como recibir una estaca en el pecho. Mi inutilidad en el momento era maldita mente atormentadora. Poder divisar como las fuerzas de la naturaleza actuaban sobre ella cuando la lluvia recorría sus pestañas hasta sus mejillas, fue devastador. Presenciar todas las luchas en las ella se encontraba, eran todos un enfrentamiento. En la que los desgraciados remolinos, triunfaron. 
Me suspendí lentamente hasta caer de rodillas, sin poder admitir la derrota, y sin recuperar el oxigeno ya usurpado por el océano de lágrimas. Al instante fui arrastrada por dos cadáveres con vestiduras blancas, para sí llevarme lejos de la otra Alma de Negro mientras que la tercera presenciaba como lo hacían... el combate había finalizado.

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